miércoles, 13 de abril de 2011

Y... último día...


Se está acabando!

El primer problema es meter en la maleta lo que vino... más lo que hemos comprado.
La ganadora del concurso es Alba: ha metido lo que ha comprado -que es mucho- y ha repartido entre sus compañeras la ropa que no le cabía!

Amontonamos las maletas en recepción y vamos por el cementerio de Montmartre hasta la basílica del Sacre Coeur.

Como íbamos bien, apareció Murphy (el de la ley que dice que la tostada siempre cae por el lado de la mantequilla) y una niña se puso malísima y no se mejoró hasta que no lo "expresó" claramente por todo el barrio... pero demostrando una fortaleza de espíritu digna de ser aplaudida.

Vimos la basílica y tras -por supuesto- un rato para ver tiendas, nos asombramos de la habilidad de los pintores en la Place du Tertre y comemos -la mayoría crepes, no "Mcdonalsdadas", y andandito, andandito, pasamos ante el Moulin Rouge y nos llegamos hasta las Galerías Lafayette.

El cuerpo ya no da para más y la vuelta al hotel la hacemos en metro. Todo iba bien hasta que en el transbordo perdimos a Jaenal. Cuando llegó en el siguiente metro, los franceses alucinaban con "la ola"
(ese profe, como mola,
ese profe como mola,
se merece una ola,
aahhaahhaaaaaahhaaaaahh
)

El autobús nos estaba esperando -con un buen rato de antelación- así que directamente recogimos las maletas y fuimos al aeropuerto con tiempo para pesar las maletas, comprobar que se había repartido bastante bien el exceso de peso y para dar un paseito por las tiendas (¡¡qué raro!!).

En el avión casi todo el mundo durmió -al menos un rato- y comentaban lo bueno que está el puchero de mi madre o la tortilla de patatas de la mía, o... vamos, que como en casa, en ningún sitio (incluido París).

Álbum Quinto día

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